LIBROS - Peligros cósmicos, de David Barrado Navascués
Después de milenios explorando y colonizando la superficie terrestre podemos decir que el Homo Sapiens ha conseguido dominar la Tierra. Eso sí, con unos costes medioambientales y humanos enormes. La presión sobre la vida silvestre ha tenido consecuencias, entre ellas las múltiples epidemias que hemos sufrido, una todavía no superada. No satisfechos con esto, siempre hay individuos de nuestra especie que agreden violentamente y de manera sistemática a otros en diversas partes del mundo, en África, Ásia, América y Europa. Somos unos verdaderos supervivientes.
Preocupados por los conflictos terrestres causados por la intransigencia y la codicia humanas que ponen en jaque la supervivencia de la humanidad, como las guerras actuales o futuras o el cada vez más presente cambio climático, no podemos olvidar otras amenazas que pueden venir de muy lejos, del espacio exterior. De estas, de momento, la humanidad no puede hacer nada o muy poco para protegerse.
De hecho, nuestros ancestros eran bien conscientes de la caducidad de nuestra civilización. Muchas mitologías, además de los mitos de la creación del mundo incluyen también relatos de su destrucción. Creación y Apocalipsis, Ginnungagap y Ragnarök, el principio y el fin de la humanidad son inherentes al proceso normal de la vida humana.
Frente a estas ideas místicas, la revolución científica del siglo XVII y XVIII nos ofreció un cosmos como entidad organizada, con leyes universales que permiten predecir el futuro. Con Newton y Laplace llegamos a pensar que el Sistema Solar funcionaba como un reloj cósmico, que si no quedaba dominado sí que estaba controlado.
Sin embargo la soberbia humana por pretender el dominio del cosmos ha quedado desterrada tras los avances de la astrofísica. Ahora conocemos mejor los peligros cósmicos que nos acechan. El primero que se nos viene a la mente es la posible caida de un asteroide sobre la Tierra, provocando una hecatombe. Esto ya lo ha sufrido nuestro planeta varias veces a lo largo de su historia geológica.
Pero son muchos más los peligros a los cuales se enfrenta nuestra civilización. Entre ellos, ahora que nos acercamos al máximo del ciclo solar, podríamos destacar las colosales emisiones de masa coronal del Sol (CME, de sus siglas en inglés), que podrían acabar con nuestra tecnología si vienen dirigidas hacia la Tierra. La meteorología espacial, con la ayuda de toda una flota de sondas mirando al Sol, trata de conocer mejor estos eventos catastróficos para protegernos de ellos.
El libro Peligros cósmicos. El incierto futuro de la humanidad de David Barrado Navascués nos detalla estos y todos los otros riesgos a los cuales la humanidad deberá hacer frente en un tiempo cercano o muy lejano. David es exhaustivo al relatar todos los peligros que nos aguardan, desde los que resultan de la evolución de la Tierra y el Sol, a los movimientos y muerte de las estrellas próximas, los cuerpos errantes e incluso la evolución y final del cosmos.
La información que nos ofrece David está escrupulosamente al día. Así conoceremos los intentos de las agencias espaciales para protegernos del más que probable armagedón cósmico, las búsquedas sistemáticas de cuerpos errantes o los estudios sobre los efectos en la red eléctrica del impacto de una CME. Además el libro está lleno de referèncias literarias, que lejos de distraer al lector, lo encauza en el tema a tratar y nos recuerdan que las preocupaciones sobre nuestro final siempre han estado en la mente de los escritores.
Pero al contrario de lo que podría parecer, el libro no es catastrofista ni nos predispone a temer al cosmos, sino que, aprovechando la explicación de las amenazas ciertas, nos detalla las maravillas del universo del que, no lo olvidemos, formamos parte.
Acabo con la reflexión final que hace David en el libro: “ Disfrutemos de nuestro propio Edén, cuidándolo de manera adecuada. Investiguemos los fenómenos del universo, indagando sobre su estructura y evolución. Pero tengamos en cuenta que nuestro mundo es en extremo frágil y que el cosmos, en su indiferencia, es insistente y asombrosamente hostil.”
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