Del latín nova («nueva»), se denominó así a las estrellas nuevas que aparecían en el cielo, aunque estas estrellas ya existían y lo que se observaba, en realidad, era un incremento transitorio y muy brusco en el brillo aparente. En la actualidad se conoce que este fenómeno está asociado a estallidos en una enana blanca, que forma parte de un sistema binario y se encuentra recibiendo masa de la estrella compañera. El proceso de intercambio de materia termina por provocar reacciones de fusión nuclear en la superficie de la estrella enana blanca. Cuando este efecto se repite en el tiempo, se conoce como nova recurrente.
Imagen: La región central de la galaxia de Andrómeda (M31) fotografiada en agosto de 2009 con los telescopios del Observatorio de Calar Alto. Se aprecian las dos novas presentes en la galaxia vecina en esas fechas, a un lado y otro del núcleo, señaladas con circunferencias. La visión de la galaxia de Andrómeda desde el exterior permite detectar y estudiar casi todas las novas que estallan en ella, al contrario de lo que sucede con las novas que se producen en nuestra propia Galaxia, la mayoría de las cuales queda oculta por la extinción debida a las nebulosas.
Créditos: Observatorio de Calar Alto, RECTA, OAUV, DSA, Vicent Peris.