Las nebulosas son concentraciones de gas (principalmente hidrógeno y helio) y polvo en el espacio interestelar. Algunas nebulosas son restos de estrellas que al final de su existencia han expulsado parte de su material (en procesos más o menos violentos) mientras que otras, por el contrario, constituyen lugares de formación estelar. Por atracción gravitatoria, las condensaciones de gas y polvo interestelares van comprimiéndose y el proceso puede dar lugar a la aparición de nuevas estrellas. Las nebulosas pueden ser de emisión, de reflexión, o nebulosas oscuras.
Las nebulosas de emisión pueden estar asociadas a estrellas moribundas (como las nebulosas planetarias y restos de supernovas) o a estrellas en formación (regiones HII). En ambos casos brillan debido a que los átomos del gas que las conforma son excitadas por la radiación ultravioleta de las estrellas cercanas. Un ejemplo típico de nebulosa de emisión es la nebulosa de Orión.
Las nebulosas de reflexión, como su nombre indica, reflejan la luz de estrellas próximas, como en el caso de la nebulosa que rodea el cúmulo estelar de las Pléyades.
Las nebulosas oscuras no emiten ni reflejan luz y solo se pueden ver como una mancha negra delante de un fondo brillante estrellado o nebular. Un ejemplo típico es la nebulosa de la Cabeza de Caballo (en Orión) o el Saco de Carbón (en la Cruz del Sur).
Antes de la invención del telescopio se llamaba nebulosa a todo objeto de apariencia difusa, por eso también se llamaba nebulosas a algunas galaxias y esta denominación se sigue encontrando de vez en cuando hoy día, sobre todo en textos antiguos.
Imagen: La nebulosa de emisión (región HII) M17 en Sagitario. Una masa de hidrógeno ionizado en una zona de formación estelar.
Crédito: Red de Telescopios Robóticos del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA).