Todo cuerpo, artificial o natural, que gira alrededor de otro mayor, atrapado por su atracción gravitatoria. Sus ejemplos más claros son los satélites naturales de los planetas. Todos los planetas tienen uno o más satélites naturales, excepto Mercurio y Venus. A los satélites naturales también se los llama lunas. A los cuatro satélites mayores de Júpiter se los llama satélites galileanos por haber sido descubiertos por Galileo. Distinguimos estos satélites naturales de los satélites artificiales, que son naves espaciales puestas en órbita alrededor de la Tierra, la Luna, otro planeta o de los puntos de Lagrange. El primer satélite artificial fue el Spútnik, lanzado por la Unión Soviética en 1957. Los satélites artificiales tienen tamaños que oscilan entre los picosatélites, de menos de un kg de peso y los grandes satélites de más de una tonelada. Las órbitas, por su inclinación, pueden ser ecuatoriales, inclinadas o polares, y por su altitud pueden ser de órbita baja (hasta 2000 km), de órbita media (entre 2000 km y la geocéntrica a 35 786 km) y de órbita alta. Los satélites, por su utilización, pueden ser científicos, de observación de la Tierra o de comunicaciones. También merece la pena hacer una distinción entre satélite y sonda espacial. Las sondas son naves espaciales que se envían al espacio profundo y no tienen retorno, un buen ejemplo de ellas fueron las sondas Voyager 1 y 2, que después de pasar por las cercanías de los planetas Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno ya se encuentran fuera del Sistema Solar, con lo que se han convertido en sondas interestelares y continuarán enviando datos a la Tierra hasta que se acabe su fuente de energía eléctrica.