LIBROS - Cielos de piedra, de A. César González García
Reseña de Enric Marco, del Departament d'Astronomia i Astrofísica de la Universitat de València
Todos nos quedamos extasiados frente a un cielo estrellado lejos de fuentes de luz contaminante. Sin palabras estamos ante la oscuridad del cielo como un profundo insondable, el centelleo de las estrellas cubriendo el firmamento como una miríada de joyas derramadas en el inmenso tapiz celestial, mientras la Vía Láctea, como columna vertebral de la bóveda celeste, recorre el cielo de extremo a extremo. Frente a esta visión poética, la ciencia actual nos permite explicar cada uno de los fenómenos de manera racional.
Hace miles de años las sociedades humanas quedaban igualmente maravilladas frente al cielo estrellado, pero veían en las estrellas y en los planetas sus propias deidades, que vigilaban desde el firmamento. Las civilizaciones antiguas situaban a sus dioses en la esfera celeste y de allí surgieron mitos y mitologías. Las culturas del pasado siguieron los movimientos de los astros con sumo interés, también por una cuestión práctica, para la agricultura o la confección de los primeros calendarios. Esto lo conocemos por sus escritos, sus tabletas de arcilla, sus papiros y sus esculturas y monumentos.
¿Pero qué pasa cuando la documentación que dejaron las civilizaciones antiguas es escasa, o inexistente? ¿Cómo conocer cuáles eran sus creencias y su relación, si la tuvieron, con el cielo?
En este caso, de las obras que dejaron aquellos lejanos humanos, como monumentos, edificios, ciudades, cuevas o abrigos, solo las que perviven nos pueden dar alguna información al respecto. Pero también las tradiciones que se han transmitido de generación en generación de forma oral permiten obtener datos de aquellas civilizaciones.
La arqueoastronomía es la disciplina que estudia este campo, como un área de contacto entre antropología, arqueología, historia de las religiones y la astronomía. Cada una de estas áreas de conocimiento aporta aspectos valiosos y complementarios para poder entender correctamente la visión del mundo de culturas desaparecidas sin documentación escrita y qué relación tenían con el cielo.
Hasta no hace mucho la interpretación de la función de una construcción antigua se hacía únicamente a partir de su orientación astronómica hacia determinadas salidas o puestas del Sol o de la Luna. Actualmente la moderna arqueoastronomía detalla que una visión puramente astronómica no es suficiente para interpretar el uso de un templo o construcción antigua, sino que es necesario además interpretarla en su contexto social y cultural.
Es lo que ha pasado con el más famoso monumento de piedra, Stonehenge, monumento megalítico tipo crómlech, construido entre el final del Neolítico y principios de la Edad del Bronce, situado cerca de Salisbury, Inglaterra. Muy estudiado, únicamente como observatorio astronómico neolítico, actualmente se resalta sobre todo su carácter funerario y de peregrinación.
El astrónomo A. César González nos presenta en su libro Cielos de piedra. La astronomia de nuestros antepasados, los aspectos de este nuevo enfoque, de esta astronomía cultural. Para ello nos muestra numerosos ejemplos de monumentos de culturas antiguas desaparecidas en los que los astros y sus movimientos han jugado un papel fundamental en su construcción y en los que sus mitos han quedado grabados en la piedra.
Tradicionalmente, la orientación de los monumentos antiguos se consideraba determinante, si la mayoría de ellos se orientaban de manera similar. Actualmente se considera que esto no es suficiente, ya que es necesario no olvidar que cualquier yacimiento está situado en un entorno determinado que debe ser estudiado para su compresión adecuada. Es lo que se denomina arqueología del paisaje.
Así que la arqueoastronomía, en contacto con diversas áreas científicas, trata de poner en su contexto, con la ayuda de la orientación, paisaje, tradiciones, documentación si la hay, cómo veían los astros las antiguas civilizaciones y qué uso les daban.
Finalmente cabe destacar que el libro nos describe una auténtica ciencia de la cultura, de manera rigurosa y apoyada en estudios serios astronómicos y etnográficos, lejos de los trabajos superficiales de yacimientos realizados por aficionados bienintencionados. Los trabajos de campo han de hacerse de forma rigurosa y huyendo de especulaciones que puedan llevar a resultados quizá llamativos, pero totalmente falsos.